1. Un casquete después de la siesta


    Fecha: 10/10/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Ignoro durante cuánto tiempo estuve en los brazos de Morfeo. Me dieron ganas de besarlo, pero no quise despertarlo. Me recosté a su lado y, completamente desinhibido, me dediqué a contemplar como su ancho pectoral se inflaba y vaciaba, al ritmo de unos suaves ronquidos. De vez en cuando, sigilosamente, acercaba el oído a su pecho, con el fin de escuchar los latidos de su corazón.
    
    A pesar de lo tierno del momento, al bajar la mirada desde aquella posición, me era muy difícil no sucumbir al deseo; pues un lujurioso manjar descansaba a escasos centímetros de mis labios. No obstante fui un niño bueno y contuve mis oscuros impulsos y disfruté cada segundo de aquel irrepetible momento.
    
    Un leve movimiento de cabeza de mi acompañante me sacó de mis cavilaciones. Paulatinamente abrió los ojos, frunció el ceño ligeramente y, al verme acurrucado a su lado, una generosa sonrisa asomó en su rostro. Tras darme un corto beso en la mejilla me dijo:
    
    —
    
    Quillo
    
    , ¡es que estaba
    
    reventao
    
    !
    
    Su espontanea reacción tocó de lleno mi parte más sensible, por lo que no pude evitar sonreírle al tiempo que le acariciaba dulcemente la mejilla.
    
    —¡No me toques, qué no respondo! —dijo en tono jocoso, señalando a su polla que, al igual que su dueño, parecía volver a la vida a pasos agigantados —. ¡Si es que tienes poderes! ¡Mira como me has puesto!
    
    Aunque pueda parecer un poco exagerado lo que argumentaba mi amigo de mis “poderes”, me tuve que rendir a la evidencia y pensar que era cierto, pues su verga que segundos antes se hallaba en completo reposo, comenzaba a tomar forma y se encontraba en perfecta condición de revista
    
    Instintivamente, alargué mi mano hasta aquel inhiesto vergajo y, tímidamente, lo acaricié con mis dedos, propiciando que vibrara a mi contacto. Su respuesta me satisfizo tanto que deje que mis dedos viajaran plácidamente, desde la punta hasta el tronco, por aquella maravilla de Dios. Sentí como una mano de Ramón resbalaba por mi columna vertebral hasta llegar al final de mi espalda. Una vez allí, masajeó fuertemente mis glúteos. En un instante habíamos pasado de estar en “servicios mínimos” a tener los cinco sentidos danzando al compás de la lujuria.
    
    Hice ademán de lanzarme a devorar su cipote, pero Ramón me detuvo. Nos miramos levemente y, tras abrazarme, me dio un leve beso en los labios. Con su beneplácito, hundí mis labios en su pronunciado tórax, paseé mi lengua por todo su pecho dejando un surco de caliente baba desde su cuello hasta su entrepierna. Una vez tuve la erecta porra ante mi cara, la impregné completamente de saliva.
    
    Dado que en la posición que se encontraba no atinaba a tocarme, se sentó en la cama, me pidió que me arrodillara ante él y prosiguiera chupándole la polla. Una vez acaté su grata orden, Ramón jugueteó morbosamente con sus dedos por el canal de mis glúteos, con la única intención de encontrar mi agujero, una vez lo tuvo localizado lo acarició con movimientos circulares, haciendo sucumbir mi ...
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