Mi mujer y yo enseñamos a mi hijastra
Fecha: 01/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos
... saciando parte del hambre que Judith siempre le acababa provocando.
- Zorra, ponte a 4 patas y veremos si te follo el culo o el coño -le ordenó.
Judith obedeció, sumisa y excitada quitándose, a la vez que lo hacía, su vestido, para ofrecer a Pedro la visión y el acceso a todo su cuerpo. Por su parte, él, cegado por la belleza del cuerpo que tenía de nuevo ante sí, adornado de suaves curvas, de piel brillante y suave, y ante la visión de su magnífico coño, húmedo y caliente, y de su no menos adictivo culo, alargó uno de sus brazos para apretujar con fuerza y rabia sus tetas, sintiendo los pezones duros en la palma de su mano, antes de hacerle enrojecer las nalgas tras propinarlas varios sonoros y contundentes azotes.
Judith se sentía feliz satisfaciendo a su hombre. Tras unos primeros años en su primera adolescencia, en la que no pasó de ser una jovencita mojigata y reservada, la vida le acabó llevando por el mundo del sexo, primero a través de varias parejas que le hicieron comprender que su cuerpo y su belleza natural eran unas poderosas armas que la naturaleza había puesto a su alcance para satisfacer, no sólo sus necesidades físicas, si no también materiales.
Así es como, después de muchas dudas y vacilaciones, acabó ejerciendo como escort, acompañando a cenas, viajes y reuniones, a hombres de negocios, adinerados y vanidosos, dispuestos a gastar ingentes cantidades de dinero a cambio de su dulce compañía, exhibiéndola como la más preciada pieza de caza. Con algunos, los clientes más habituales, mantuvo todo tipo de relaciones sexuales. Con ellos aprendió a saborear el sexo en toda su extensión, a seducir, provocar, excitar e incendiar cuerpos ajenos y el suyo propio.
Unos años después, y tras haber tenido a sus cuatro hijos, conoció a Pedro, del cual se enamoró perdidamente. En aquel momento ya había ganado y ahorrado lo suficiente como para, con un trabajo más común, poder llevar una vida cómoda y sin apreturas económicas.
Ahora se sentía plenamente satisfecha. Pedro se ocupaba de ella y de sus hijos, todos se llevaban bien, él había aceptado sin problemas su anterior ocupación y, lo que no era menos importante, era poseedor de una buena polla con la que le llenaba cada uno de sus orificios, proporcionándole todo el placer que necesitaba.
Sólo había algo que la preocupaba: sus hijas. No quería que ellas tardaran tanto tiempo y perdieran tantas oportunidades como a ella misma le había ocurrido, en aprender a gozar de su cuerpo y en aprovechar la ventaja que la naturaleza ofrecía a las mujeres para dominar a los hombres.
Marina era la mayor. Físicamente era un calco de ella misma. Era una jovencita de bellos rasgos y con un cuerpo que atraía las miradas de cuántos hombres se cruzaban con ella. Pero, al igual que le ocurrió a ella misma, su carácter, un tanto retraído y reservado, hacía que no intimara con ningún chico, ni siquiera con los compañeros de estudio.
Judith había decidido que su formación y aprendizaje ...