Mi mujer y yo enseñamos a mi hijastra
Fecha: 01/10/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos
... vestido que, además, era bastante escotado.
Pedro llevaba un pantalón de deporte y una camiseta y, por su lado Marina vestía un short bastante corto y un top que dejaba poco lugar a la imaginación: sus senos, que se intuían tan bonitos como los de su madre, y aún más firmes gracias a su juventud, se dibujaban como dos suculentas piezas de fruta dulce y madura, mientras que el short dejaba a la vista la mayor parte de sus estilizadas piernas y muslos, hasta aproximarse, de forma altamente peligrosa, a casi mostrar la raja de su culo.
El calentón de la pareja no dejó de incrementarse y, en cuanto Marina desapareció del salón, Pedro dejó que Judith se entrelazara con sus piernas alrededor de su cintura, y así es como se dirigieron hasta su dormitorio. Eso sí, ambas bocas no se separaron un solo instante en el corto trayecto que les llevó hasta la cama.
Ya en la cama, Pedro abandonó todas las cautelas previas, y se comportó como un verdadero cabrón: el tipo dominador y duro, al que le gusta servirse de su hembra para satisfacer hasta el más mínimo de sus deseos.
No tardó ni dos segundos en quitarse la ropa y exhibir su buena verga, dura como una barra de acero y caliente como las brasas. La llevó hasta la boca de su amante, colocando cada una de sus rodillas a cada lado de su cabeza. Judith, que cuando más gozaba era cuando tenía a su macho dominador y sediento de sexo sobre ella, abrió la boca todo cuanto pudo recordando sus tiempos de escort, y dejó que su macho la penetrara la boca hasta alcanzar su garganta.
Pedro no esperó a que fuera Judith la que, con sus movimientos, estimulase su polla, si no que él mismo procedió a bombear en la boca de aquella, entrando y saliendo una y otra vez, provocándole continuas arcadas y ahogos, ya que su enorme verga apenas dejaba espacio para que ella respirase.
Pronto cayeron las primeras babas de la boca de Judith, que cubrieron la tranca de Pedro antes de llegar a gotear y mojar su propia piel, deslizándose sobre sus pechos.
Esa imagen era una de las que más excitaba y calentaba a Pedro, quién a continuación propinó un par de buenas bofetadas en la cara de Judith, antes de lanzar su mano derecha bajo el vestido de su amante, sin dejar de follarle la boca, para palparle el coño.
Su coño… ese maravilloso coño que tantas veces había follado y comido, que tantas veces había llenado con su semen y del que tantos fluidos había hecho emerger, volvía estar de nuevo ardiendo y encharcado. La zorra de su mujer no llevaba ropa interior, por lo que los dedos de Pedro tuvieron acceso directo a sus labios y clítoris, todos ellos empapados, ardientes e hinchados por el placer y la excitación.
Durante unos minutos más, ajeno a los ahogos y arcadas de Judith, Pedro continuó bombeándole la boca con su tranca. Cuándo le pareció suficiente, extrajo la verga de la húmeda cavidad bucal y, sujetando con fuerza su cara con una de sus manos, la besó de nuevo en la boca, invadiéndola con su propia lengua, ...