Mi asesora acepta que me folle a su amiga Lisa
Fecha: 28/09/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos
Seguía impactado por lo que estaba viviendo con Blanca que me había pillado algo por sorpresa dado que nunca había mantenido una relación con una señora que me sacara más de veinte años.
Para fortalecer nuestra relación profesional, habíamos instalado el despacho en mi piso. Nos veíamos casi todos los días a mediodía, aprovechando la hora de la comida para comernos el uno al otro. Cuando llegaba a casa, me arrastraba al dormitorio y, al acabar la sesión de cama, se levantaba al frigorífico, a ver si encontraba algo que le apeteciera. De dos a cuatro, comíamos poco, y follábamos mucho. Primero follábamos y luego comíamos, hablábamos y tomábamos el postre en la cama, reconociendo que, a ratos, me volvía loco, sobre todo, cuando no se volvía loca ella.
Una vez que ella ya había decidido que nuestra relación era seria, tenía que pasar el filtro de su marido. Sin que fuera preceptiva su autorización, como parte de su acuerdo de libertad conyugal, ella quería que me conociera y para ello organizó una cena en su casa, con ellos dos, Lisa, la artista pareja “B” de su marido y yo.
¿A quién le podría contar que iba invitado por el marido de la mujer que me estaba cepillando? Admiramos aquello que nos resulta singular, difícil de realizar. ¿Estaba yo preparado para compartir a una persona de la que estuviera enamorado? No necesité comprobar la ubicación que me mandó Claude para llegar hasta Menéndez Pelayo, a la puerta de su casa, el escenario de uno de los calentones más grandes que había tenido en los últimos años, al despedir a su mujer que no me dio a opción a que subiera.
Salió a recibirme una señora uniformada, que recogió el ramo de flores que traje para Blanca que encargué en Bourguignon, en Príncipe de Vergara. Me atendió Pepita, una señora con el pelo recogido, como para retener unas formas que hace más de veinte años debieron ser bellísimas, a la que hice una pequeña referencia de ir recomendado por mi madre.
—Su madre es una gran señora.
—Como usted.
Tras mirarme de arriba abajo, mientras iba cogiendo flores y plantas de aquí y de allá, sonrió. Debía ser parte de mi metamorfosis, regalar flores, piropear gratuitamente a una señora de cerca de sesenta años e ir invitado a casa de mi «amada» por su marido.
Llegué a las ocho en punto, preocupado por no retrasarme, aunque si lo hice respecto de Lisa, que ya se había adelantado y que fue quién me recibió, vestida muy coqueta, mucho menos formal que en la sala de arte. Lucía un precioso vestido caldera, a media pierna entallado cerrado con un cinturón de lazo del mismo color, y dejando un hombro y brazo al descubierto. La encontré más atractiva que el día de la exposición, obligada por el acto, a vestir de forma convencional. Debía interesarle mucho esta cena. Intercambiamos saludos en el instante en que salió Claude y se nos unió.
—Muchas gracias por venir, Carlos, espero que te encuentres cómodo. Blanca me ha hablado mucho de ti. A Lisa la conoces de la exposición, ...