1. Compañeras de universidad (II)


    Fecha: 12/09/2024, Categorías: Lesbianas Autor: bimont, Fuente: CuentoRelatos

    —Bienvenida a mi mundo de placer —susurró.
    
    —No es mala la idea… —murmura.
    
    —Me haces perder la razón, cuánto te deseo.
    
    Me besa, el cuello, las mejillas, yo entreabro la boca para recibir un beso lleno de ternura, saboreo su lengua. Lo disfruto, lo saboreo hasta que ella se retira. Abre su bolso y saca un paquete de Kleenex.
    
    —¿Qué te ha pasado? —la miro divertida.
    
    Sonríe y, negando con la cabeza, afirma:
    
    —Verte y no poder tocarte para mí una agonía.
    
    —¿Pues ahora qué quieres hacer? —le pregunto otra vez sonriente.
    
    —Lo que quiero hacer tiene que posponerse hasta después de la fiesta, cariño —susurra.
    
    —¿Regresamos a la fiesta entonces? si no hay más remedio.
    
    —¿Acaso lo dudas? me haces perder la razón.
    
    Regresamos entre risas y nos unimos a la diversión. La encuentro en la sala de descanso hablando por el móvil. Al verme sonríe feliz. Mi mirada se cruza con la suya a través del salón. Sabe lo que estoy pensando, porque se lame los labios lentamente sin apartar su mirada ardiente de mi cuerpo. De pronto se acercó y cogiéndome del brazo.
    
    —¿Puedes seguirme, por favor?
    
    —Sera un placer.
    
    Media hora después, aparcamos, ella el coche y yo mi moto frente a un bloque de apartamentos.
    
    —Adónde vamos —pregunté.
    
    —No seas tan curiosa, siempre hay alguna amiga con quien contar. Como supongo sabes no vivo aquí y aprovechando que mi marido está de viaje, tenía ganas de veros y una amiga me ha prestado el apartamento.
    
    —Sé que es una locura pero ¿te apetece subir?
    
    —Llevo deseándote… no puedo aguantar mucho más.
    
    En cuanto nos subimos al ascensor, la aprisioné en la esquina, y la alcé en brazos para acariciarle el culo bajo la tela del vestido. Entramos en el apartamento, tras cerrar la puerta.
    
    —Dime cuánto me deseas.
    
    —Mucho… mucho… —musitó jadeando.
    
    Y, antes de que pudiera decir nada más, con un movimiento rápido, le desabroche la cremallera del vestido y lo dejé caer al suelo, rozándole con mis dedos sus brazos. Su piel se erizó al primer contacto, sus ojos se cerraron y su boca se entreabrió. Momento que aproveché para entrar mi lengua y encontrarme con la suya. Su cuerpo se pegó al mío buscando mi calor, mi piel ardía en contacto con la suya, y mis manos abarcaban su espalda.
    
    —Tengo miedo…
    
    Al oírla, paré y, murmuré mientras la besaba:
    
    —No tengas miedo. Todo va a salir bien, déjate llevar.
    
    —Estoy un poco nerviosa, tengo que admitirlo. Yo nunca…
    
    —Lo sé, pero ha sido bueno hasta ahora.
    
    —Sí, realmente agradable.
    
    —Hagámoslo más agradable.
    
    —Sí, vamos.
    
    La habitación tenía las paredes pintadas de verde claro, el cabecero de madera blanca y las sábanas negras de raso. Un tocador también blanco y un pequeño sofá. Ella encendió una lámpara con una luz muy tenue. Aquello era puro morbo. Me acerqué a ella y, con delicadeza, paseé la mano por su cintura. La toqué, sin prisas, subí la mano por su espalda. La respiración se le aceleró y más cuando le desabroché el sujetador y sus pechos saltaron ...
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