Pasión Prohibida - EPÍLOGO - Relatos Eróticos

Pasión Prohibida - EPÍLOGO

EPÍLOGO

DOS AÑOS DESPUÉS

Estoy tumbada en el precioso jardín de nuestra nueva casa. Miro el cielo tan azul que deslumbra. El calor de la tarde me relaja. Saboreo el momento.

Ya han pasado dos años desde que nos juramos amor eterno.

Sonrío al recordarlo.

De pronto unas risas de puro júbilo me sobresaltan.

Oliver y Cathy, nuestra pequeña de ocho meses, vienen a mi encuentro.

A nuestra pequeña le encanta dormir la siesta con su padre en cuanto tiene ocasión.

—¿Cómo está mi niña? —Alargo los brazos para cogerla.

—Se ha despertado muy contenta y con hambre —dice Oliver—. Ya se ha tomado su biberón.

—Eres una tragona, ¿eh? —digo sonriendo.

Oliver me da un beso mientras ella parlotea y ríe.

—Eres un padre maravilloso. Sabía que lo serías. —Acaricio su cara y me dedica una sonrisa.

—Y tú eres la mejor madre y esposa —dice con auténtica devoción.

Nos metemos en casa y dejamos a Cathy en su alfombra de juegos.

—¿Crees que Karen podría quedarse esta noche con Cathy? —pregunta—. Me gustaría tener a mi mujer…Ya sabes, toda entera para mí.

—Supongo que sí —digo sonriendo—. ¿Tienes algo en mente?

—Muchas cosas…

—¿En serio? —pregunto juguetona.

—En serio —murmura metiendo su mano por debajo de mi vestido—. Y ninguna es buena.

Sus palabras me hacen reír.

—No puedo esperar —digo cogiendo mi móvil—. Voy a llamarla.

Dejamos a nuestra pequeña en casa con la niñera.

No son muchos los ratos que tenemos a solas, pero de vez en cuando nos gusta reencontrarnos a solas como pareja.

Vamos a cenar al Birch, uno de mis restaurantes favoritos en Los Ángeles.

—Por ti —dice alzando su copa para brindar—. Por una de mis mujeres favoritas.

Sus palabras me hacen reír.

—¿Ya no te tengo en exclusividad?

—Me temo que mi corazón lo compartes —bromea—. Pero mi polla es toda tuya.

—Me sirve —digo juguetona mientras pego un trago de vino.

Dos horas más tarde estamos en casa. Karen ya ha acostado a Cathy y nosotros decidimos saborear la magnífica noche que hace, sentados en el jardín.

Oliver me sirve una copa de champán.

—¿Pretendes emborracharme? —pregunto.

—Puede…

—Ya me tienes segura —bromeo.

El teléfono móvil de Oliver suena. Es su padre.

—Dime, papá —dice mientras se levanta del sillón.

Lo oigo escuchar con atención lo que le está diciendo.

—Papá, espera un segundo.

Vuelve su vista a mí y, tras tapar el micrófono del móvil, dice.

—Tienes cinco minutos, después haré contigo lo que quiera.

—No —respondo con voz sexi—. Tú tienes cinco minutos. Te espero en el dormitorio y yo haré lo que quiera contigo.

Me sonríe como solo él sabe hacerlo.

Subo a nuestro dormitorio y me desnudo. Dejándome puesto solo el diminuto tanga negro.

—Joder… —dice cuando abre la puerta—. Se me pone dura con solo mirarte.

—¿En serio? —susurro.

—En serio.

Se acerca a mí y me besa con auténtica lujuria.

—Eres mía.

—Siempre…

—Y para siempre —su voz autoritaria me ...