Espiando la Orgia - Relatos Eróticos

Espiando la Orgia

"¿Vienes a casa este fin de semana?" preguntó mi madre, omitiendo las preguntas usuales sobre mi salud, estudios y novias.

"No estaba planeando", respondí; no es que tuviera nada que hacer aparte de estudiar y mi rutina habitual de ejercicios en el gimnasio. Era el semestre de verano y no pasaba nada en el campus, pero no tenía ganas de hacer el viaje de tres horas hasta casa.

"Bueno, ¿puedes?" ella preguntó.

"¿Por qué?"

"Tu padre y yo tenemos que ir a un funeral y se supone que Eva, la amiga de tu hermana, se quedará a pasar la noche".

Pensé en Eva, y no era la primera vez, aunque solo la había visto un par de veces. Era una chica bajita y guapa de cabello oscuro, un culo apretado y redondo y un par de tetas memorables. Tenía una manera de mirarme a los ojos que definitivamente implicaba era una guarra.

"Solo desearía que pudieras volver a casa y vigilarlas", continuó mi madre.

Inmediatamente pensé en algunas cosas de Eva que me gustaría seguir. Pero lo que dije fue: "Estarán bien. Nuria no es muy fiestera".

“No sé qué decirte. La pille viendo porno".

"Muchas personas lo hacen. Ella solo es curiosa".

"Sucedió varias veces. Y ella estaba viendo cosas realmente desagradables".

"... Oh, ¿en serio? ¿Cómo qué?"

"¡No voy a describirte los gustos pornográficos de tu hermana! Lo que quiero decir es que creo que Eva es una mala influencia".

"Muchos chicas descubren la pornografía por sí mismos, mamá".

"Tal vez... simplemente no confío en esaEva ", respondió ella. "Solo ven a casa si puedes".

Más tarde, en clase, mi atención volvió a esta conversación. Pensé en mi hermana Nuria y su amiga Eva. Había asumido que las "ondas de zorra" que había recibido de Eva era solo yo proyectando mi lujuria sobre la chica. Si era tan salvaje, ¿por qué era amiga de una pardilla como mi hermana? Pero si mi madre también lo había notado, tal vez había algo allí. A medida que pensaba sobre ello, mi mente se agitó en esa posibilidad.

Y así, unas horas más tarde estaba llegando en mi viejo barrio. La calle de mis padres estaba llena de coches estacionados por alguna razón y ni siquiera podía usar el camino de entrada porque mi hermana no se había molestado en guardar su mierda de coche en el garaje. Maldiciendo suavemente, conduje otra manzana antes de encontrar un lugar donde aparcar.

Tomé el atajo hasta nuestro patio trasero y fui a comprobar si la puerta del patio estaba cerrada con llave. Cuando me acerqué, un movimiento sinuoso e inconfundiblemente espeluznante me llamó la atención. Mirando de cerca a través de los huecos en las persianas verticales, pude ver dos figuras femeninas, una estirada, boca arriba y con los brazos abiertos en el sofá de la sala de recreo, la otra de rodillas en el suelo con la cara enterrada entre los muslos de la otra chica.

En el suelo estaba mi hermana Nuria. Alta y delgada, con cabello rubio rojizo encrespado, tenía dieciocho años y acababa de aprobar la selectividad hacia un par de ...