1. Andrea, intercambiada por sorpresa (extracto 2)


    Fecha: 21/04/2024, Categorías: Intercambios Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos

    Al salir de la cabaña me entretuve un rato en otro banco y llegué a fumar tres cigarros con parsimonia a la espera de recuperarme de la experiencia. Tenía que darme una tregua antes de seguir con el plan de Juanjo. Soñaba con los labios de Shasa, mientras fumaba.
    
    Al volver al salón, unos minutos después, Juanjo me hizo una seña desde la lejanía y la pillé al vuelo. Subí a la biblioteca lo más rápido que pude y me dispuse a esperar.
    
    El plan empezó con buen pie. No habían pasado cinco minutos desde mi llegada, cuando dos toques en la puerta me sobresaltaron.
    
    Abrí y me encontré a una Ana con una mueca que simulaba una sonrisa, aunque podía ser también de enfado.
    
    —¿Me invitas a entrar? —dijo, sensual. No supe si actuaba o si le salía natural, pero un gusanillo recorrió mi estómago.
    
    Me aparté y le franqueé la entrada. Ana entró moviendo sus caderas, con aquella forma tan femenina de andar que hacía que se volvieran a mirarla hasta las piedras. Luego se volvió hacia mí y nos quedamos frente a frente.
    
    Nos observamos en silencio durante unos segundos, y debo confesar que justo entonces descubrí a la Ana real. Hasta ese momento, yo solo había visto en ella a la esposa de mi mejor amigo, me tenía prohibido a mí mismo mirarla como a una mujer. Al pedazo de hembra que era.
    
    A pesar de que Juanjo y yo la conocimos a la vez en una fiesta del instituto, donde alguien coló a un montón de chicas que no eran compañeras, Juanjo se había prendado de ella desde el primer segundo y la había atacado por todos los flancos. A mí también me gustaba, y mucho. Pero debía reconocer que en lo de ligar, las artes de Juanjo estaban a años luz de las mías. Así que me quedé en un segundo plano.
    
    A partir de ahí, todo fue muy deprisa. Ellos dos empezaron a salir y para mí la chica más guapa que había conocido jamás se volvió transparente. No volví a mirarla como en realidad era. Tan solo en algunas ocasiones, mientras me masturbaba como todo adolescente en celo, me permitía pensar en su imagen. La imagen de una Ana ficticia ejecutando ese tipo de porquerías en las que piensan los chicos en esas ocasiones.
    
    Tragué saliva. Porque, las vueltas que da la vida, ahora tenía el permiso de Juanjo para tirármela y la situación era totalmente diferente. Incluso más que su permiso, el ruego de que lo hiciera. Por ello, podía autorizarme a mí mismo a descubrirla tal y como era: tan alta, tan delgada, tan guapa, tan con los ojos claros cargados de invitaciones... Mirarla de verdad, de los pies a la cabeza, apreciando la belleza de cada rincón de su piel. No pude evitar encenderme por dentro desde el mismo momento en que abrí la puerta.
    
    Tras las primeras miradas, Ana echó a andar hacia las estanterías cargadas de libros y yo la observé por detrás. Aquellas piernas estilizadas que sobresalían por debajo de la falda terminaban en un culo con las formas perfectas. El cabello, una melena ensortijada entre el rubio y el castaño, aún sus colores naturales, le cubría la ...
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