Caso sin titular XLVII: forzada en Halloween, - Relatos Eróticos

Caso sin titular XLVII: forzada en Halloween,

El Doctor recibe una petición urgente para atender a la hija de un conocido, ante lo cual no duda y acepta de inmediato, citándola a última hora.

La chica luce un buen moreno y, en cuanto escucha su voz, una voz tremendamente evocadora y sensual, el Doctor se ve rodeado por los intensos sucesos vividos por la joven.

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Forzada en Halloween

Ángela cumplía justo los veinticinco años en unos días, así que, aprovechando Halloween, tuvo una pequeña fiesta adelantada junto a tres de sus mejores amigas.

Se disfrazaron y salieron, sin chicos, a divertirse en esa noche loca.

Ella escogió un disfraz de Lara Croft, muy sexy, con un top ceñido que realzaba sus atributos y exhibía ese abdomen terso y perfecto que a su edad, sumado a su estilizada figura, podía lucir sin problemas, especialmente porque el veranillo de San Miguel mantenía unas temperaturas bastante agradables todavía pese a la fecha.

Unos pantalones cortos, ajustados, que apenas cubrían unos centímetros de pierna, completaban el conjunto, sin olvidarse de las pistoleras a medio muslo y unos botines de media caña que le daban un aspecto que puso cachondo a su chico con tan solo una foto que le envió frente al espejo de cuerpo entero de la casa.

Casi lo más complicado fue hacerse la coleta, pero mereció la pena para recrear esa imagen del personaje.

Como iban a beber, pilló un taxi para ir al primer local, donde, además, se celebraba un concurso de disfraces y el mejor de todos tenía las consumiciones gratis.

- A Olimpo, en General... -comenzó a decir nada más tomar asiento en la parte de atrás, a la vez que se enganchaba el cinturón, sin prestar atención a nada más.

- Lo conozco, mi niña -la interrumpió él, arrancando con un acelerón para incorporarse a la circulación, a la vez que, en un gesto automatizado, ponía el contador en marcha, demostrando el perfecto conocimiento y control que tenía de su actividad.

En otro momento, Ángela le habría recriminado el comentario, totalmente fuera de lugar, sobre todo con una desconocida, pero la rapidez de la maniobra le dejó con la palabra en la boca y, de todas formas, ese punto de enfado que había notado en el tono con que se expresó el taxista le hizo sentir, en cierto modo, a la defensiva, como que debía de evitar la confrontación.

- Así que a Olimpo... -comentó, tras un rato de silencio y un par de palabras malsonantes dedicadas al tráfico, mirándola a través del espejo retrovisor del interior al parar en un semáforo, por el que había estado lanzando ojeadas rápidas más de una vez, aunque ella había preferido ignorarlas.

El hombre era mayor, con una cabeza donde, poco a poco, iba clareando la zona central, totalmente dominada ya por las canas desde hacía, posiblemente, bastante tiempo.

Llevaba unas gafas metálicas, finas, sujetas con una goma por las patillas para no extraviarlas cuando se las quitase, tras las que se veían unos ojos de un azul metálico que ...