Tardes de siesta de verano - Relatos Eróticos

Tardes de siesta de verano

Otra tarde calurosa de agosto se avecinaba en la casita de verano de los Garcia, aquella tarde, los padres habian salido a la playa, es por ello que solo permanecian en casa despues de comer, los dos hermanos, la pequeña Laurita y Óscar.

Con las altas temperaturas características del mes de agosto, Óscar decidió darse un baño rápido en la piscina refrescante y ir a su habitación con la puerta abierta a disfrutar de una siesta. Oscar, era el típico hernano protector, de 20 años, alto, deportista y con físico que le permitía con facilidad ligar con las mas bellas mujeres de su edad.

Oscar estiró la toalla en su cama, y se acostó sobre ella, sin camisa ni otro atuendo que no fuera su bañador de ir por casa, desgastado por su uso y asi cogió sueño plácida y rápidamente.

En esas condiciones y por azares del destino la pequeña Laura paseaba por la casa, una adolescente que empezaba a descubrir los placeres carnales y observar como su cuerpo cambiaba dia a dia, en el trayecto de su habitación a la cocina para comerse un helado, observo la puerta abierta de la habitación de su hernano y no pudo evitar observar como sus grandes gonadas sobresalian de la rejilla de su bañador y asomaban, mientras una inmensa erección cubierta por el bañador tensaba este, era sin duda impresionante observar la erección palpitante y esas dos pelotas perfectamente depiladas asomar por el bañador aprovechandi que yacía abierto de piernas, en dichas circunstancias, la curiosidad de Laura fue inevitable, habia escuchado de la fragilidad de los testículos masculinos, pero su hernano siempre tan fuerte y fibrado parecia inexpugnable. Se acerco hasta el borde de la cama, observando como las dos hipnotizadoras pelotas subian y bajaban a causa de la erección, eran dos buenas bolas y estaban muy marcadas en ese saco escrotal a causa del calor que las hacian colgar sobremanera.

Laurita, jovencita traviesa y curiosa, acercó su dedo índice y cepillo suavemente una de las bolas, la percibió dura, y le sorprendió lo que habia escuchado sobre su debilidad, es por ello que cerró su puño y con su joven, inexperto y dulce puño Laurita enterró aquella bola en el colchón, confiada por la dureza de aquel huevo, el puñetazo fue sin duda fuerte y recibió rapidamente un ahogado grito de su confiado hermano que no entendía que había ocurrido y de repente tenía una de sus bolas golpeada y atrapada entre el puño de su hernana y el colchón. Visto en esta situación tan humillante y dolorosa, no pudo evitar gritar a su hermana, la cual asustada por la situación, soltó el huevo prisionero, el cual agradeció rápidamente la libertad y volver a notar el aire fresco, mientras bajaba la mano buscando el consuelo de su protección pero con tan mala fortuna que su hermana asustada resbaló y golpeó de cabeza esta vez si, ambas pelotas, quedando su hernano doblemente dolorido de sus dos orgullosas pelotas, que ahora lucían inflamadas y dañadas por una joven y traviesa Laurita, que no pudo evitar reir al ...