1. Cornelio arregla una licuadora de la vecina


    Fecha: 25/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos

    Mi amigo Cornelio vive en la planta baja de un edificio, con cuatro departamentos en cada piso. Aunque son departamentos de interés social, éstos son relativamente amplios pues tienen cuatro recámaras y dos baños, además de un pequeño cuarto de servicio donde está el lavadero. Esto fue lo que me contó mi amigo, que le ocurrió la semana pasada.
    
    En el mismo piso, en el departamento de enfrente, vive un matrimonio, más o menos de 30 años de edad y tienen dos hijos pequeños. Una mañana en la que no había ido yo a trabajar, y no le tocaba venir a la sirvienta, me tocó el timbre mi vecina, quien no es fea, pero sí es muy sexy, a pesar de lo delgada. Ella aún no se peinaba pues se notaba que andaba en plena faena doméstica y su cara siempre me ha parecido de puta bonita.
    
    –Buenos días. ¿Sabes dónde habrá un electricista? Conecté la licuadora y después de un corto se me quemó el cable. No tengo luz.
    
    –Vamos a ver –le dije encaminándonos a su casa, ella por delante de mí, y yo percatándome que no traía ropa interior y con un movimiento de nalguitas que invitaba a sobárselas, pero no lo hice, soy todo un caballero.
    
    Pensé que seguramente se acababa de ir su marido y la dejó bien cogida, porque la estela e humor que dejaba olía intensamente a sexo. A cada paso que ella daba, se me paraba más la verga porque se esparcía el aroma. Llegamos a la cocina y me di cuenta que el corto circuito se dio en el contacto de la licuadora. Le pedí un desarmador y unas pinzas, los cuales me dio de inmediato. Me puse a trabajar, con ella de espectadora que me ponía arrecho no sólo por el olor, sino también porque al agacharse para ver lo que yo hacía, me dejaba ver cómo le colgaban las tetas, no eran grandes, pero por lo aguadas le colgaban hermoso y terminaban en un pezón cónico, moreno y grande.
    
    Al terminar de poner bien la clavija, le pedí que conectara la luz. Ella se estiró, pero no alcanzó, por lo cual me puse atrás y levanté la palanca del interruptor, pasando mi pantalón con el endurecido y crecido monte por sus nalgas (delgadas, pero con forma). Ella se quedó quieta y yo también. Permanecimos en contacto casi 30 segundos y me separé.
    
    –Ah, ya… –dijo dándose la vuelta y clavando su mirada en mi entrepierna, entrecerró los ojos y dejó escapar un suspiro.
    
    –Listo, conecta la licuadora –le dije, sentándome en un banco alto, mostrando mi protuberancia.
    
    –No, mejor conéctala tú –me dijo poniendo su mano en mi pierna.
    
    La conecté, prendí la licuadora y ésta empezó a moler. Ella, al escuchar el ruido del motor, me apretó la pierna y fue subiendo su mano hasta que la tuvo sobre mi pene.
    
    –¿Cuánto te debo? –preguntó dándome apretones en el pene.
    
    –Déjame hacer cuentas y te digo –contesté sonriendo.
    
    –Mientras piensas, ven acá, que tengo una cosa que dejé pendiente y se puede manchar –me dijo tomándome de la mano para conducirme al cuarto de servicio. Me acomodó al lado del lavadero y ella se puso a tallar unos calzones entre otras prendas ...
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