1. Soy el macho y amante de mi madre


    Fecha: 22/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Joaco, Fuente: CuentoRelatos

    ... su mirada era evidente. Me preguntó si quería comer algo, pues debía estar muy hambriento después de haber estado con todas las puticas de la facultad, y que en eso era igualito a mi padre. No podía creer lo que ella me estaba diciendo. Sofía estaba celosa, enloquecida de pensar que otra mujer y no ella se hubiera acostado conmigo. Me quedé mudo, y mirándola fijo a los ojos me fui acercando poco a poco. La tomé de las manos y le expliqué que si me había demorado se debía a que precisamente ese día, era la despedida de la facultad y que a pesar de que todos se citaron en una discoteca de moda, y que la fiesta presagiaba todo el desorden del mundo, yo preferí regresar a casa puesto que nada compensaba la alegría de estar a su lado.
    
    La abracé con fuerza; quería fundirla a mi cuerpo, en tanto que ella abandonándose por completo comenzó a sollozar pidiéndome perdón por ser tan celosa cuando yo no era su macho sino su hijo. Me rodeó con sus brazos por mi cuello como implorando ese perdón y esa protección que no quería perder. Sentir su aliento tan cerca, el perfume de sus cabellos aún un poco húmedos por el bálsamo que se aplicaba y sus senos totalmente aprisionados a mi pecho, me hicieron sacar a flote todo el cúmulo de emociones reprimidas, de sentimientos, de amor y deseo inaguantable. Estuvimos así; quietos, sin querer apartar nuestros cuerpos en un abrazo que nos condujo a ese nuevo universo en el cual nos sumiríamos para siempre. Comencé a besar su frente, a murmurarle que era la mujer mas preciosa del mundo; la mujer mas tierna y amorosa y que por nada ni nadie estaría dispuesto a dejarla sola. Sentí como se estremecía mientras mis labios imperceptiblemente se posaban en sus párpados cerrados, y mis manos la asían con mas fuerza por su talle delicado. Tomé su carita entre mis manos y sin que pudiera evitarlo posé mis labios suavemente en los suyos. Nos miramos intensamente sin que ninguno de los dos tratara de evitar ese contacto, hasta que enloquecido abrí mi boca y con mi lengua fui abriendo lentamente sus labios, mordisqueándolos sin que ofreciera resistencia. No sé cuánto tiempo pudimos estar besándonos con esa fragilidad en la que era preciso estar totalmente entregados, sin hablar, para que el hechizo no fuera cortado. En un momento reaccionó y apartándose de mi, me miro aterrada. “¡Por Dios, que estamos haciendo?”, fue lo único que alcanzó a decir puesto que nuevamente callé su boca con la mía, y cargándola la llevé hasta su cuarto. Sofía comenzó a gemir como una chiquilla pidiéndome que me detuviera puesto que se hallaba demasiado frágil emocionalmente y tan confundida, que estaba al borde de la locura conmigo. Sin decir nada la acosté en la cama, me recosté a su lado, y seguí abrazándola, ya no con ternura, sino dejando que mis manos bucearan por toda la extensión de inmaculada espalda, hasta sus caderas, al tiempo que mi miembro totalmente enloquecido se refregaba en sus piernas para que su voluntad fuera doblegándose por el ...
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