1. Carta a una antigua amante (I)


    Fecha: 03/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... nuestros cuerpos aferrados hasta que lograban desabrochar mi pantalón, abrir la bragueta abultada y alcanzar, con tus dedos ávidos, la carne robusta, cilíndrica y dominadora que el brillo casi perverso y lujurioso de tus ojos demostraba que tanto querías someter a tus más descontrolados instintos. Pero, justo entonces, la aproximación al pueblo donde haríamos alto determinó que la inminencia que auguraba mi dilatación, próxima a pringar con las pruebas de su alegría nuestras ropas y el tapizado del carro, debió ser contenida transitoriamente con la promesa de tus escrúpulos ya vencidos. Era un hermosísimo día de abril, y si me das un minuto para consultar la agenda de la computadora, voy a deducir la fecha exacta...: bueno, mi agenda no marca los no laborables ni los días de feria, así que debió ser el jueves 10 ó 17 o el viernes 11 ó 18 de marzo. Serían la una o las dos de la tarde y en toda la carretera se apreciaba el clima especial que al sur de España le dan las fiestas de la Semana Santa, que de religiosas parecían tener muy poco. Carlos estacionó en un motel del camino, a unos treinta kilómetros de Sevilla, convencido de que, a la luz de la cantidad de gente que veíamos por todas partes y los autos que pasaban recargados rumbo a ella, no encontraríamos alojamiento en la ciudad del Guadalquivir. Nos convenció y tomamos dos habitaciones, lamentando Carlos, tú y yo que la tonta Silvia no aceptara que cada pareja las ocupara por separado. Dispuesto, entonces, que ustedes dos utilizarían una y Carlos y yo la restante, y luego de que Carlos, tú y yo comiéramos algo en el bar donde se produjo aquella lamentable escena que tanto te regocijó y tanta gracia te causó (yo dije algo así como que a mí, las mujeres, "se me colgaban de las patas"), al ver tu cara cachonda las acompañé al cuarto, te ayudé a acomodar tus cosas, esperamos a que Silvia se adormilara en su cama y, protegidos de sus miradas por una manta, nos acostamos en tu cama y reiniciamos el juego que tanto nos gustaba. Quebrantado tu recato y desmanteladas tus reservas, quise concretar el empeño que tu voluptuosidad me había despertado en el auto. Nada me impidió, en esta ocasión, empezar dejando al descubierto el esplendor de tu busto, y otra vez me zambullí en el recreo delicioso de succionar y libar sus cumbres vigorizadas por mis caldeadas caricias y mis carnales arrumacos. Erotizada como estabas, no dudaron tus piernas en enredarse entre las mías, y aunque te enajenaba la tarea a la que estaba entregada mi boca, procurabas por momentos que se encontrara con la tuya y allí nos abandonábamos a un coloquio rico y exquisito de muy cálidos y profundos besos que casi derretían nuestras lenguas lisonjeadas con tanto delirio. ¡Cómo me cautivaba besarte en la boca! ¡Cuánto me hechizaba hurgar en la caverna de tu boca con mi lengua atrevida que se relamía en tu asfixiante saliva!. Cuando la fiebre de nuestros cuerpos me impulsó a quitarte la ropa, el espanto por que se despertara tu ...