1. Otra vez afónica


    Fecha: 16/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Mar1803, Fuente: CuentoRelatos

    ... casi de forma idéntica.
    
    ¡Bernabé me tuvo ensartada tres horas seguidas! Yo me la pasé en puros gritos de felicidad. El muy cabrón se tomó un viagra (pero seguramente se había echado antes otro para agradar a su esposa) y, además, se abstuvo de eyacular; lo hizo al final. Entre tanto, después de las mamadas y lengüetazos de rigor, mantuvo un tolete rígido viajando por mis tres orificios usuales, haciéndome venir una y otra vez, también tuve trenecitos de orgasmos. Supongo que mis gritos de “¡Ah, ah, ah…!”; “¡Oh, o, oh…!”; ¡Uh, uh, uh…!”, con todas sus posibles combinaciones, se escuchaban en todo el edificio cada vez que me sacudía con los golpes de su pubis, perforándome el útero, el recto y la garganta.
    
    –¡Para ya, mi nene! ¡Me vas a matar! –le gritaba llorando de felicidad, pero él me daba con más enjundia…
    
    Por fin, cuando estábamos en la regadera, a donde me llevó cargada sin sacarme la verga del ano, se vino como si fuera manguera y se le desinfló el pene. Sentí un gran alivio…
    
    “¿Le pasa algo señora?”, me preguntaron en el mercado a donde pasé a comprar lo faltante para preparar la comida del día. “No, sólo es cansancio, a mi edad ya no aguanto como hace años”, contestaba. Llegué muy usada a la casa, sentía que iba caminando con las piernas abiertas. Le pedí a mi hija que se hiciera cargo de la comida y me fui a la cama. Dormí un buen rato.
    
    –¿Ya está lista en la cama mi puta personal para seguir amándonos? –preguntó mi esposo cuando llegó y me vio en la cama.
    
    –Estoy descansando. Creo que por hoy no habrá más amor… –le dije con una voz ronca y apenas audible.
    
    –¿Estás enferma? ¿Por qué estás tan ronca?
    
    –Yo creo que fue el sol y el aire los que me fastidiaron la garganta, le contesté, hace dos semanas.
    
    Me lo creyó entonces, pero hoy, que me encontró en las mismas condiciones, eso sí, oliendo a jabón de tan bien que me baña Bernabé. Me dijo que fuéramos a ver al doctor, porque yo casi no me enfermo y él veía raro que otra vez estuviera mal de la garganta. Pensé “¡Pinche Bernabé, en qué líos me mete”!
    
    –Vayamos con el médico para que te recete unas inyecciones –me dijo.
    
    –Las que a mí me gustan son las inyecciones intrapiernosas o anales de penecilina o vergacilina, mi amor, no quiero nada más, pero ya tuve muchas desde el viernes –contesté dándole un beso.
    
    Dada mi afonía, parecía que yo había estado, in situ, echándole porras a la selección mexicana en un reñido quinto partido del mundial y me imaginé zangoloteando las tetas como mi tocaya, la “Chiquiti-bum”, pues tenía también un ligero dolor en las chiches de tanto que me bailaban en cada embestida del sátiro, pero adorado, Bernabé… 
«12»