1. Mucho más que sexo virtual


    Fecha: 06/09/2020, Categorías: Sexo Virtual Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Me asomé por curiosidad. Por simple deseo de saber cómo era. Con la única intención de espiar cómo se relaciona hoy la gente, pegada a un ordenador.
    
    Lo que era para mí una herramienta de trabajo se convirtió de repente en un trampolín a otra forma de sentir. No podía imaginar, en ese momento, la fuerza de las relaciones nacidas a ritmo de teclado y ratón.
    
    Me asomé por curiosidad, decía, y así paseé por varios chats más o menos calientes con un mismo seudónimo: yomisma. Sin embargo, hasta que no llegué a éste, no fui realmente yo misma.
    
    Nuevo nick. Entrar al chat. Entre multitud de charla intrascendente, con un sustrato de altísimo voltaje erótico pero contenido, pude adivinar las vidas de multitud de especímenes humanos diferentes. Adolescentes curiosas jugueteando al lesbianismo, jóvenes imberbes en busca de una acción que no saben bien qué es, casados aburridos tratando de encontrar la solución a su propia falta de imaginación y muchos solos y solas buscando compañía.
    
    Yo buscaba otras cosas. Probé contactando con marianamad, una casada cachonda que se inventaba una vida para salir de la suya. Y entre mentiras obvias y deseos apenas ocultos, nos pasamos una tarde lamiendo y besando nuestros cuerpos virtuales.
    
    A ella le gustó como la poseía. A mí me gustó “sentir” que lo estaba haciendo.
    
    Algo se despertaba, sensaciones que experimentaba en la vida de carne y hueso (“en real” como se dije en los chats), se abrían paso entre una montaña de recuerdos lejanos para salir a la superficie.
    
    Y entonces, picada por la curiosidad, te ví.
    
    Callado y expectante detrás de un nick que te describía por completo: teestoyesperando.
    
    Después de los “holas” de rigor y algún que otro escarseo para ver si hay un cerebro del otro lado o sólo un pene, comenzamos a explorarnos mutuamente. A buscar en los dobleces de nuestras mentes y nuestros cuerpos para saber si podían llegar a amoldarse uno al otro.
    
    Las palabras encajaban en un tetrix sensual, naturalmente, sin esfuerzo. Y a medida que mi sexo se mojaba, tus palabras se iban tatuando en lo profundo de mi.
    
    Palabras, simples líneas negras en una pantalla. Nunca pensé que tuvieran tanta fuerza erótica como para hacerme olvidar de todo, salvo de mis dedos mojados acariciando mi sexo a medida que me contabas todo lo estábamos “haciendo”.
    
    Y la distancia no existía, porque mi piel hervía al leerte y tal vez (sólo tal vez) te ocurriera lo mismo.
    
    Algunos, más jóvenes, ansiosos ignorantes de la maravillosa tortura de desear, piden “cam”, quieren verte al instante. Nosotros, que sabemos el valor del deseo, no nos avalanzamos a conectar nuestras cámaras. Nos concentramos en decirnos, relatarnos, describirnos cada caricia.
    
    Y tus manos siguieron la línea de mi cuello recorriendo mi espalda. Cada poro de mi piel se erizó con sólo leerlo. No podía detenerme ya. Necesitaba más de ti, y me lo diste.
    
    Tu boca llenó mis oídos de susurros dulces y mis pechos de besos húmedos. Tu lengua jugaba ya ...
«12»