1. Embarazada


    Fecha: 29/04/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    38 años y estaba embarazada. Me había tocado la china. Con lo que podía yo haber disfrutado ese verano. No hacía otra cosa que incordiar a los demás con lo de mi embarazo -a mi madre, a mis amigas, a mis vecinas-, pensar en cómo desquitarme, en cómo resarcirme. No es que no fuera deseado, era otra cosa. Era como hacer pagar al mundo por haberme hecho una barriga. A mi marido, pero también al mundo. Mi marido estaba trabajando muy lejos, en otro país. Mi hermana y mi cuñado habían venido a pasar parte de sus vacaciones conmigo. Me querían mucho y yo les agradecía el gesto de dedicarme unos días. Esos días estábamos prácticamente todo el día en la calle, los dedicamos a salir, a comer fuera, a disfrutar. Una embarazada puede tener unas ganas horribles de todo esto y de mucho más, y le iba a hacer pagar el mundo disfrutando de lo que me apeteciera, sin control ni límite.
    
    Una noche salimos a cenar y nos decimos por un restaurante con terraza. Nos sentamos en una mesa y yo me puse cómoda. Llevaba un vestido de gasas rosa muy fresco y suelto. Noté que un chico que había enfrente me miraba y cerré las piernas instintivamente. Miré al chico un instante, le flameaban los ojos. El chico era guapísimo y me encapriché al momento de él. Llevaba una especie de tupé en el pelo y se le veía con los musculitos del gimnasio abultándole en el polo. Se me hacía la boca agua cada vez que lo miraba. Deseé tirármelo. Se me puso el sexo gordo y no me corté en absoluto. Apreté las piernas una contra la otra para que los muslos me dieran un suave y delicioso masaje. Seguía con habilidad la conversación para que no se notara lo que estaba haciendo. El placer que sentía era delicado, finas extensiones de placer. Que aquel chico me tomara y me la clavara, que no dejara nada afuera. Los pezones se me tensaron como cuerdas. Hasta mi cuñado se dio cuenta. Las tetas, tan sensibles en ese estado. Estado de embarazo pero también de lubricidad, de una lubricidad desvergonzada, desbocada. En ese estado una quiere follar y no con el mismo que le ha hecho la barriga, sino con el resto de la humanidad, quiere cobrarse la ofensa de haber sido preñada por uno solo. El problema es que los hombres, por lo general, no quieren follar con una.
    
    Mi sueño acabaría en pocos minutos. Unos u otros nos levantaríamos de la mesa. No lo pensé dos veces: llamé a mi cuñado para hablarle al oído. Mi cuñado se separó de mí y me miró a la cara entre extrañado y maravillado. Yo le dije con el gesto que sí, que estaba muy segura de lo que le decía, que no estaba loca ni nada parecido. Mi cuñado le pasó el recado a mi hermana. Mi hermana se sonrió y se turbó al mismo tiempo, pero no hizo otro aspaviento; creo que me comprendía muy bien. Mi cuñado se levantó y fue a negociarlo con el chico. No me dio ningún cargo de conciencia. Miraba al chico mientras mi cuñado hablaba con él, le cazaba todas sus miradas. Mi hermana miraba para otro lado, como si no fuera con ella, como si no se hubiera enterado de qué ...
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