1. Juerga en el bar


    Fecha: 26/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... yo antes una cosa… importante.
    
    —Pues mira todo lo que tú quieras, guapa —dije, más por decir algo que por otra cosa. Aunque entonces se me ocurrió una idea para recuperar la iniciativa—. Pero te tengo que pedir una cosa a cambio…
    
    —¿El qué quieres, machote? —preguntó ella, con cara de extrañeza, y sin dejar de palpar mi rabo dentro de mis pantalones.
    
    —Que me regales tus bragas.
    
    Ella se rio.
    
    —Claro guapetón —dijo, mientras se las bajaba, riendo—. Lo que tú digas. Toma.
    
    Estaban calientes y un poco húmedas y olían de maravilla, a mujer. El olor a mujer… Qué cosa más grandiosa.
    
    —Y ahora voy a ver lo que tienes por aquí —dijo mientras me sacaba la polla de los pantalones. Mi herramienta, que ya estaba lista para la acción, salió disparada.
    
    —Madre mía tío, vaya pedazo de cipote… —dijo mientras lo agarraba.
    
    Sin que yo dijese nada, empezó a chupar como una posesa. Hasta la garganta, como una auténtica profesional, y con un buen ritmo, con el clásico ruido de succión que hacen las buenas mamadas. Se notaba que no era la primera vez que hacía aquello de mamar polla extraña en un baño. Y para seros sincero, era la mejor mamada que me habían hecho en mi puta vida. Era como las que se ven en las pelis porno.
    
    Y como no podía ser de otra forma, al poco rato me corrí como un condenado. El primer chorro lo solté en plena mamada, sin avisar. Ella, que seguramente no se lo esperaba tan pronto, se la sacó y empezó a masturbarme mientras tosía. Todo lo demás le cayó en la cara.
    
    —Ejem… madre mía tío, qué cargado ibas —dijo a duras penas, tosiendo.
    
    Yo guiñé un ojo y me reí. Estaba un poco avergonzado por haber durado… ¿tres minutos? No sé cuánto, pero muy poco. Ella se levantó y se dirigió al lavabo.
    
    —Y tú qué bien la comes, mamona. Me has dejado seco en un momento.
    
    —Ea, una que tiene práctica —dijo riendo, mientras se lavaba un poco la cara— ¿Nos vamos para allá? Que me ha entrado sed.
    
    Yendo como iba de borracho, no se me ocurrió lo de ir primero uno y luego otro, para disimular y tal, sino que volvimos los dos juntos, yo con la cara de tonto de acabar de correrme y ella secándose la cara y repasándose la comisura de los labios con papel higiénico. Un cantazo que no veas.
    
    Y cuando llegamos allí y nos sentamos, nos encontramos a mis colegas riéndose y al marido colorado como un tomate y sudando de la vergüenza.
    
    —¡Qué, ya os ha dado un poquito el aire, no! —dijeron mis colegas, riéndose —¡Yo también quiero que me dé el aire un poco, que me está mareando tanta cerveza! Jajaja
    
    La tía no dijo nada, solo les rio las gracias. El marido le hizo un gesto disimulado a su mujer, indicando que se había manchado el escote. Efectivamente, un gotazo de lo que inconfundiblemente era semen había caído justo entre sus tetas, creando un puente de lefa bastante difícil de ignorar.
    
    —Ups, vaya qué torpe —dijo ella, limpiándose con una toalla. Todos lo vimos entonces.
    
    Mis colegas estallaron a carcajadas y empezaron a retorcerse de ...